![]() Volvió al club luego de casi seis años; promediaba marzo y era la sexta fecha del Torneo Final. Su contratación significaba una renovación anímica, para lo hinchas, que lo pedían, y para los jugadores, que lo necesitaban luego del desastroso ciclo de Gabriel Schurrer. Caruso Lombardi agarró un equipo en caída libre y, lo que es peor, acostumbrado a perder. Su primer paso fue un shock de adrenalina, logró sacar de la racha perdedora al Bicho tras un valioso empate con Boca en la Bombonera (primer golpe anímico) y sobre todo consiguió la primera cosecha de tres puntos, tras la victoria ante All Boys. “No tengo jugadores de marca y me falta altura”, fueron algunas de las primeras frases que tiró, sorprendido, al llegar a La Paternal. Y claro, para repetir la fórmula con la que había obtenido buenos resultados anteriormente, “salvando” a equipos del descenso, necesitaba jugadores aguerridos para la marca y altos para tratar de embocar alguna jugada de pelota parada. Desde ese momento, y siendo fiel a su estilo, el mediático entrenador recurrió “con lo que tenía” a intentar seguir esa receta que le había dado, en sus primeros dos partidos al frente de Argentinos Juniors, cuatro puntos. No era para menos, el sistema podía gustar o no, pero funcionaba. Y la defensa, que venía siendo víctima de todos los delanteros rivales, parecía haberse ordenado. Sin embargo, a partir de allí… A partir de allí, el Bicho obtuvo sólo tres puntos de veinticuatro, tres empates y cinco derrotas en ocho partidos. Y los 10 puntos de diferencia que le llevaba Argentinos Juniors a Independiente cuando Caruso llegó al equipo de La Paternal, ya eran sólo 2. La receta ya no servía y el Bicho jugaba ante un River candidato al título. ¿Qué cambió, qué pasó? Pasó de todo, desde las habituales apariciones mediáticas de Caruso, hasta una “limpieza” del plantel, pasando por acusaciones anónimas de una venta absurda del descenso. Como sea, dentro de la cancha, el Argentinos de Lombardi jugaba como un equipo descendido, se sentía como un equipo descendido y casi todos lo daban por descendido. Y Caruso sólo tenía pibes… Y ahí estuvo la gran clave: los malos resultados y los pibes del Bicho. Porque aquellos que estaban acostumbrados a jugar respetando un estilo diametralmente distinto al utilizado por Caruso y que, por distintas razones, no lograban ni siquiera defender bien su propio arco, necesitaban que se les despierte la sangre cebollita, y tal vez fue la soga al cuello lo que hizo que ésto pase. La desesperación por sumar de a tres y los malos resultados, también hicieron que el técnico cambie. Es que la tradición de Argentinos Juniors es otra. Es la misma que respeta frases como la de Claudio Borghi: “No apuesto a la pelota parada, si no tenés un gran ejecutor sufrís muchos contragolpes”. Caruso estaba obligado a ganar y tenía jugadores que, en muchos casos, saben atacar mejor de lo que saben defender, por lo menos debía dárseles la opción de hacer eso que ni siquiera estaban haciendo. Atacar. Buscar el triunfo. Y el técnico a partir de lo que tenía, cambió y realizó cambios ofensivos, el triunfo llegó y la confianza volvió. A partir de allí el Bicho fue más agresivo en todos los partidos que le quedaron. Y los resultados se dieron. Por eso se quedó en Primera. Los carusistas dirán que fue todo gracias a él. Los anticarusistas dirán que tuvo suerte y, en definitiva, nunca se lograrán poner de acuerdo. Argumentos para justificar su posición siempre encontrarán y, tal vez, todos tengan un poco de razón. Lo cierto es que Caruso cambió a tiempo los ingredientes de su receta, y el Bicho zafó con mayoría de pibes de la cantera. . |
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