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 Ciro Rius. Un joven, con un puñado de partidos en Primera, jugando en el campeón del fútbol argentino. Y nada más ni nada menos que en la cancha de Boca, la mítica y siempre dura “Bombonera”. Un joven que ingresó a último momento al equipo en lugar del lesionado Franco Niell.
Por encima del paraguayo Escobar, Strahman y Romero, Rius se ganó la chance de ser titular ante el Boca del Bichi. Haciendo dupla con el uruguayo Gonzalo Vargas, en el primer tiempo fue buscando su lugar en el campo de juego. Apareciendo más veces por el costado derecho del ataque de Argentinos. Tratando de desbordar y tirar el centro para el goleador charrúa. Recibió el maltrato de los defensores Xeneizes, que lo empujaban y le hacían sentir su marca.
El segundo tiempo, con el cansancio de la primera mitad, los defensas dejaron jugar con mayor libertad a Ciro que iba en busca de todas las pelotas. A pesar de no ser alto (1,76 metros de altura), se lanzaba en busca del cabezazo o de poder bajar el balón y pasársela a algún compañero. Y no luchaba con gente de su misma altura, lo hacía con grandes cabeceadores como Matías Caruzzo o Cristian Cellay.
En la jugada del segundo gol, tras un pelotazo largo, Rius la bajó y se la dejó al ingresado Andrés “Paco” Romero, el cual avanzó unos metros y disparó al arco. El rebote que dio el arquero Lucchetti, dejó a Rius en una posición inmejorable. El delantero tuvo que empujarla, y con ese gol darle la tranquilidad a toda la gente de Argentinos Juniors, que ya estaba mirando de reojo el reloj, del televisor o de la pantalla gigante que tiene el estadio de Boca. Ese gol, ese pase a la red estaba más que merecido. Ciro se merecía el gol.
Premio al esfuerzo, a la actitud, a la entrega, a no bajar los brazos. Cuando Ciro la agarra y encara hacia el área, uno piensa este pibe tiene pasta. Tiene por delante un futuro enorme, hoy el presente le sonríe.
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