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¿Se pueden sacar conclusiones positivas luego de empatar como local frente a un rival que en 10 fechas no sabe lo que es ganar? La respuesta es sí. Después de sufrir ocho goles en dos partidos, haber terminado con el arco en cero es algo para tener en cuenta. A diferencia de los partidos frente a Unión de Santa Fe y Atlético de Rafaela, donde la defensa hizo agua y Luis Ojeda fue la gran figura, contra Tigre se vio a la última línea mas segura, compacta y firme. Durante los 90 minutos el equipo no pasó grandes sobresaltos, salvo algún disparo de media distancia, un mano a mano tapado por Ojeda, y algunas jugadas de pelota parada -uno de los déficits a corregir-. A ésto hay que agregarle el gran partido de Miguel Ángel Torrén, que volvió luego de una lesión y demostró que, estando bien físicamente, es un jugador que tiene que estar entre los 11 titulares; estuvo bien en la marca, e intento siempre salir jugando al ras del suelo, sin dividir la pelota.
A pesar de que el Bicho no tuvo la lucidez y el atrevimiento en ataque que supo tener en partidos anteriores, la dupla ofensiva se las rebuscó muy bien para generarse situaciones de peligro. El travesaño y Javier García les frustraron a Marcos Figueroa y Juan Anangonó, respectivamente, la posibilidad de abrir el marcador, después de dos grandes jugadas individuales de los delanteros.
El próximo partido frente a Independiente tiene que servir para revalidar lo hecho en la faz defensiva, en este encuentro, y para seguir aceitando el funcionamiento del equipo que, de a ratos, sabe a que juega, tiene una idea clara, pero no encuentra la regularidad necesaria para salir victorioso.
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