Quién diría que un día las reglas del fútbol cambiarían. Se sabe que en el mundillo de este deporte, pocas cosas sorprenden. Y ayer volvió a suceder. Al término de los 90´, River terminó jugando con 11 jugadores. ¿Conté mal? ¡No! Quizá muchos de ustedes no lo advirtieron. El “jugador N° 11” vestía camiseta verde. Y fue, junto a Chichizola, vital para que el local mantenga primero el arco el arco y como consecuencia, su invicto. Decretó su cambio a partir de la anticipada y justificada salida de Ferrari y acordó su posición, mientras parodiaba otra falsa expulsión a su técnico, de quien recibió precisas instrucciones de dónde pararse en el terreno. Y este muchacho Abal cumplió con creces su trabajo. Cortó tres salidas de Argentinos en el medio y por si esto fuera poco, llegó a tiempo y “evitó” dos clarísimos penales de Almeyda y Ferrero a Salcedo y Niell, respectivamente. Y, ambicioso como es, fue por más. Condicionó a Escudero, provocó la temprana salida de un Torrén fundamental en la defensa visitante y, movido por su hinchada -que lo “alentó” en todo momento-, tendió un manto de piedad sobre la mano pecaminosa de un Matías “Jesús” que encontró en él, más que en Acevedo, su Pedro más fiel.
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